Hola chicas, hoy tengo una publicación sobre algo que tal vez sea obvio para algunas, pero para otras no tanto.
Antes de leer algunos consejos y hechos, responde una pregunta rápida:
¿Cuántas limpiáis la varita de rímel?
Probablemente la mayoría ahora girará los ojos significativamente o pensarán: ¿Queeeé? ¿Para qué?
Exactamente.: ¿Para qué?
¿Por qué deberías cuidar tu rímel?
Sobre todo, porque se trata de tus ojos y no sin lugar a dudas, deberías cuidarlos y no provocarles inflamaciones, alergias y otras cosas desagradables. En una varita sin lavar, además del rímel (que se vuelve más grueso, estratificado y antiestético), se acumulan bacterias y residuos cosméticos que se mantienen en el interior del tubo sobre la varita y que pueden ser sometidos a todo tipo de reacciones químicas desfavorables. Como resultado irritan, sensibilizan y modifican la consistencia del cosmético, que de repente deja de funcionar como antes.
En segundo lugar, la varita sin lavar no cubrirá todas las pestañas tan bellamente como una limpia. No separarás las pestañas, no las peinará, sino que a lo sumo crearás antiestéticas patas de araña negras. No solo las pestañas se verán así, sino que también se cubren con protuberancias igualmente antiestéticas que se descascarillarán durante el día y se asentarán en las mejillas. Entonces le echamos la culpa al rímel y decimos que no funciona.
Si quieres que tu rímel siempre esté impecable y quieres evitar irritaciones y grumos de rímel seco, lava la varita. El mínimo absoluto es una vez cada dos semanas. Lávala bajo un chorro de agua tibia, agítala con suavidad para eliminar el exceso de agua y deja que se seque. Verás por ti misma lo bonito que se verá el maquillaje cuando la varita esté bien cuidada. Las pestañas (y ojos) te lo agredecerán. 🙂
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